sábado, 11 de septiembre de 2010

Arte chino contemporáneo en Santiago de Chile

Grandes comunidades / Pequeños gustos.


China ha aparecido en el mapa como un lugar al que artistas de todo el mundo desean llegar. Al instalarse el capitalismo, el arte pasó a ser una atractiva forma de inversión. Millonarios chinos construyeron colecciones privadas con una rapidez asombrosa, la mano de obra de primera calidad amplió los espectros de producción y los talleres artísticos se instalaron en galpones enormes que reclamaban trabajos monumentales. Estas son condiciones con las que Chile está a años luz de distancia. Por estos y otros motivos es un evento importante la muestra “Comunidad de Gustos. Arte chino desde el 2000” que ha inaugurado el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal, poniéndose en marcha a todo vapor luego de haber sufrido dolorosos daños con el terremoto de febrero.
La curaduría, a cargo de Xia Jifeng y su equipo compuesto por Sun Jianchun y Zuo Jing, propone a veinticuatro artistas de diversas generaciones que se han dedicado a observar su propia cultura actual. Aparte de este aspecto no hay una línea clara de selección. “Tras la revolución industrial, la historia occidental siempre ha razonado acerca del resto con sentimiento de arrogancia y superioridad, especialmente en lo que respecta a la literatura y el arte”, señala Xia Jifeng tocando uno de los puntos más sensibles. Pues en China se habla de arte contemporáneo desde hace décadas, pero en la práctica lo que se hacía era copiar de forma más bien burda las producciones de Occidente. Según esta observación lo que se presenta son ejemplos de manifestaciones que ya dan sus primeros pasos sin sostenerse de referentes externos.

Lo moderno y lo contemporáneo
Algo difícil de ignorar al recorrer el segundo piso del museo que se ha tomado la muestra, es el desnivel entre los trabajos pictóricos y los de formatos más contemporáneos. El contenido que puede extraerse de los óleos, dibujos o acrílicos se detiene en un punto desde el cual no puede seguirse profundizando más. Una vez se han usado las propias herramientas de lectura hasta agotarlas, la mirada se aleja de los cuadros con las manos vacías. Esto recuerda una observación que se hace cada vez con más frecuencia: Las obras más importantes del último siglo no suelen ser pinturas sino performances, instalaciones, videos, acciones, intervenciones y algunas fotos. Por eso nunca está de más plantear la pregunta ¿Le queda algo por decir a la pintura?
Pareciera que las telas y papeles no alcanzaron a avanzar hacia el siglo XXI junto con el resto del grupo. En cambio la fotografía es mucho más sugerente y poderosa. Dong Wensheng renueva temas que el arte ha tratado reiteradamente. Tanto en “Un estudio de la fenomenología del espíritu” como en “Yidam” se hace una introversión sobrecargada de hermosura en un esqueleto y un cráneo que están siendo invadidos por la vida vegetal. Por otro lado, Han Lei investiga los cambios que se producen en una persona a la que se le ha dado un objeto descontextualizado antes de ser retratada. El tríptico “Pan Jinlian actuando de conejita” deforma ligeramente el cuerpo de una mujer posando desnuda. Su mirada asegura el hecho de que el erotismo excede por mucho a los cánones cerrados de belleza. Reclama su entrada en este recuento la foto de Gu Wenda “Farol celestial- Palacio del té-100”. En ella la tradición china enviste un edificio al que no podremos dejar de observar como obra de arte desde el ojo de la cámara. Es un personaje extraño dentro de su contexto citadino, y se ve solitario en toda su magestuosidad que mira hacia un pasado demasiado lejano.

El cuerpo del espectador
La mayoría de la gente no mira los videos completos en la exposición. Sin embargo las piezas son muy ingeniosas, y hay algunas que especialmente merecen robarse toda nuestra atención por unos minutos. Zhou Xiaohu construye en “Conspiración” un díptico audiovisual. Por un lado, se ve una mano dibujando animaciones en papel. Por otro, las animaciones se transforman invadiendo el torso y la cara de una mujer. De esta piel femenina emerge una historia con mensajes políticos que estallan cuando unos gritos de multitud superan el sonido de la música. Siguiendo un camino más poético, el mismo Dong Wensheng hace seguir de cerca “El viaje de la tortuga a su tierra natal”. En la cinta nos vamos familiarizado con el animal prehistórico lleno de crustáceos que avanza sin prisa, dentro de su propio andar del tiempo, hasta que finalmente vemos con él la imagen de un cohete despegando. La cámara sigue la cola de humo. Entonces se tiene la nostálgica sensación de desaparecer junto con la tortuga que se ha quedado atrás.
Desde el momento en que se entra al museo por la puerta lateral una situación irregular aparece aislada. Es el trabajo instalativo de Liu Wei “Mientras yo lo vea”, donde hay algunos objetos rebanados. Aparecen como por arte de magia nuevos espacios y nuevas formas de reflexión ante los cuerpos que el ser humano ha construido para facilitar su vida. Esta sutil extrañeza crea un espacio de lejanía en el espectador, no así la instalación “Pequeño negocio. Juego de pescar” de Jin Shi. Este es un encantador triciclo oxidado con el asiento roto. En su parte trasera se ha instalado una pequeña tina con plantas y animales acuáticos de plástico. Hay muchos juguetes para pescar, y otros que sirven como decorativos temáticos. Tiene un pequeño techo de tela con flecos que deben imaginarse bailoteando en el aire al avanzar. Es una explosión de colores. Todos los niños que entran a la sala corren hacia la obra para tomar los objetos que posan ahí, y todos los padres les recuerdan con voz severa que no pueden tocar nada. Este es un trabajo que llama al espectador a ser parte de él. Solo esos niños que rompen las normas museísticas lo han entendido de verdad. En cambio la obra “Serie Cascos / Naturaleza” de Lian Shaoji reclama una distancia respetuosa. Pues el artista ha criado gusanos de seda para que trabajen por mucho tiempo sobre estructuras metálicas de cascos, cubriéndolos así con una suavidad contradictoria.


Intercambios culturales
El espectador interesado en arte chino saldrá del museo pensando en artistas ausentes. Aunque hay obras que no se olvidan, esta exposición que viajará a la Bienal de Sao Paulo contiene demasiados desequilibrios notorios. Por eso seguirá dando lugar a la crítica. “Por favor ten presente que aún nos queda mucho camino por recorrer”, dice Zuo Jing colocando amablemente el parche antes de la herida.
Esta visita es parte de un intercambio cultural. Los trabajos de veinticinco artistas chilenos elegidos por el director del MAC Francisco Brugnoli viajarán a Beijing para detenerse en el Centro de Arte Contemporáneo de Iberia durante los meses de noviembre y diciembre. La muestra se llamará “Imagen local- Chile Arte Actual” y sin duda causará controversia. ¿Estos artistas nos representan? Me apresuro a opinar que no, pues se han dejado afuera trabajos por mucho más competentes a nivel internacional. La obra que sobresale es “Free Trade Ensambladura” de Máximo Corvalán. En ella, una escultura de un cadáver seco atacameño pre-incaico, es atravesada por luces de neón azul que forman la palabra “welcome”. La instalación es un comentario ácido que se abre a muchas advertencias y, así quiero creer, salvará a Chile como un país en que el arte contemporáneo perfora los cuerpos muertos de la institución para hacerse presente.



Agosto / 2010

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