viernes, 29 de abril de 2011

Se comparten lecturas VI


Primera carta de relación


Nuestro Hernán Cortés llegó a estas tierras como enviado de un plan mayor. De eso él estaba convencido. Hay que decir lo primero y lo último su nombre porque esto es un testimonio personal, aunque pueda leerse como una pieza literaria solo por jugar. Su voz debe ilustrar en cartas las maravillas de un mundo desconocido que por lo demás lo maravilla a él también, pero su objetivo es firme y eso aclara a los reyes, sus lectores, a quienes constantemente está alabando sin abandonar su tono definitivo. Yo, al leer esto, me siento generosamente ataviada de limpias palabras divinas y eso que no soy la devotísima Isabel. Desde el comienzo su tono es reverencial, pero decidido. En sus letras va deshaciéndose descarnada y diplomáticamente de sus enemigos, se asegura un puesto mayor y entra a hacerse de ese gran pedazo perdido del planeta. El primer intento siempre es pacífico, luego lo que decidirá el futuro serán las decisiones de cada quien con respecto a entregarse a los nuevos dueños de todo, ¿y qué no siempre ha sido así? Él habla de los santos reyes católicos cuyo reino es el más grande del mundo. Solo hasta ese momento eso no era cierto.

Muchas veces siento lástima por textos que casi no se leen siendo considerados antiguos, y lo digo porque esto sucede mucho más de lo que me gustaría admitir incluso entre literatos. Cualquiera que se lea a los antiguos de verdad puede sorprenderse después con las sintonías de pensamiento que existen entre culturas tan lejanas temporal y geográficamente. Es imposible, luego de las obligadas correspondencias a los mecenas, no caer de clavado en las peripecias del narrador y algunos sujetos confusos que se cruzan con él como sombras. Por supuesto una protagonista del relato es la naturaleza, pero no alcanza a serlo tanto como la palabra. El lenguaje aquí se siente como un par de riendas de algo que galopa y se encabrita, animal que es el proyecto de HC. Y a través de ese proyecto va apareciendo algo parecido a la verdad, muy por detrás de velos y velos, casi convertida en una visión inadvertida. Es esa verdad a la que nos hemos pegado como lapas, así que acercarse un poco más para tratar de leerla siempre resulta iluminador. Eso por supuesto no elimina ni literariamente el descaro con que este soldado ama la guerra ni su falta absoluta del menor atisbo de compasión, quiero zanjear eso de una vez para no sembrar una lectura esperanzada, por qué debemos poner a HC bajo la lámpara del interrogatorio de los derechos humanos, por qué vamos a tan siquiera considerar que él debiera haber sido menos injusto, para eso muchos Bartolomé de las Casas hubo. Todo funciona y funcionaba así, incluso antes de que él llegara. Historias de perseguidos inocentes y aficionados brutales a la crueldad, siempre las ha habido. Un actor recibe una instrucción y la ejecuta, le es entregado un papel y lo encarna. Pero cómo lo hace: de eso se trata.

La capacidad de manipulación con la que esta voz va marcando sus frases es tan fina que caigo seducida y conscientemente engañada. Como lectora sé que el proyecto, ese plan mayor, es el molde del momento en que la escritura sucede, nada más y nada menos. Pero la sensibilidad práctica y la belleza sobria de las formas con las que va cobrándose sentido a un hecho histórico como cualquiera, estremece. Creo como muchos que los mexicanos fueron afortunados en ser conquistados bajo el calculador HC. Porque mientras al igual que los otros imponía su versión de la realidad despiadadamente iba construyendo con palabras esa realidad perdida para siempre en las acciones y así, si lo pienso a fondo, comienza entonces a brotar una tradición cultural de narradores como la es México. Todos hemos sabido y repetido que la historia es de quienes ganan, por eso le debo mucho a los ganadores que tienen la deferencia en dejarle algo a los tiempos que vendrán, aquellos que se saben parados justo en el centro de un hecho crucial y sacan el mejor partido cultivando un registro de ese espacio. Y como los reyes al recibir la lista de tesoros descritos con elocuencia de anticuario, enviados hasta ellos por ultramar, yo me quedo extática al verme recibida en el hogar de un anfitrión que mantiene todo a su favor para que la visita esté convencida de lo acertado que es su gusto y criterio. Entonces retengo desde un comienzo mis conclusiones y no quiero mas que observar a HC, ese personaje que se articula íntegro en una carta donde todo, todo lo que hoy nos ocupa sucede.



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lunes, 25 de abril de 2011

Prem Sarjo: La ciudad infinita

(Publicado en Arte al límite)


*** Ocupar la cámara como intermediario entre el mundo material y uno mucho más ingrávido, sutil, transparente, develado de pronto por la imaginación privilegiada. ***

Hay un círculo de grises ocupando gran parte del espacio visual. El resto es borroso, pero puede notarse que se trata de una ciudad por el momento desconocida. Fuera de foco, el ojo queda ante la forma del balazo en algo que pareciera ser una ventana a lo alto. La imagen desnuda, sin información complementaria de ningún tipo, alcanza a convertirse en una realidad ocurrente: un lugar donde las reflexiones estéticas brotan de lo casual, de la simplicidad, de cierta naturalidad impresa en las cosas. Sucede sin ser premeditado, como al imprimirse manchas de humedad en una pared, al dejar caer un objeto en el piso o al irrumpir un material dentro de otro.

Hace seis años Prem Sarjo (Chile, 1965-) comenzó a trabajar desde la fotografía en una serie que llamó “Walking Around”. Caminando sin ninguna expectativa fija, la cámara era utilizada para captar situaciones visuales que cada día ocupan despreocupadamente las calles por meros instantes. Dichas imágenes compartían un método de trabajo: no eran intervenidas dentro o fuera de la escena y se retrataban con luz natural. Esos hallazgos se hicieron responsables de dar paso a la obra. Allí lo decisivo no era enteramente la creatividad del artista, sino sobre todo su capacidad de ver. Los descubrimientos comenzaron siendo espontáneos, iluminadores y aun difíciles de precisar. Estas fotos parecían avanzar a tientas por un entorno inabarcable. Con el tiempo, lo que antes fue un proyecto específico se transformó en una forma de investigar que sitúa al artista en el lugar de un peatón más y a la cámara en la representante de un registro atento.

Paulatinamente en este trabajo han ido surgiendo distintas series. Muchas enfrentan al espectador desde la empatía más básica hacia una imagen nueva, hasta la capacidad de ligar un hecho concreto con otros momentos clave dentro de la historia del arte. La experiencia de un artista que durante más de veinte años hizo pintura, y que incursiona en el performance y la instalación con bastante éxito, se traduce a través de la cámara de manera que reflexiones particulares quedan expuestas en situaciones muchas veces efímeras. Surgen cada día al mirar un auto tapado y pensar en Christo, concebir las cajas apiladas como piezas arquitectónicas en un juego para niños, encontrar ideas minimalistas en el pavimento, abstracciones en las paredes o instantes donde las líneas que de pronto aparecen al ser enmarcadas revelan una perfecta perspectiva clásica. No deja de ser irónico el que un deshecho, una imperfección o un manejo del espacio puramente instintivo a cargo de manos anónimas, sea capaz de plantar en escena la llamada alta cultura. Este es un ejercicio donde los secretos del arte son reevaluados por situaciones cotidianas en cada momento.

El centro de Santiago es el escenario donde la obra ocurre. Como sucede en casi todas las ciudades, a éste lugar lo anima una acción irreprimible. La gente, avanzando en un ritmo frenético, jamás aparecía en las primeras fotos de “Walking Around” pero siempre ha impuesto su presencia en la vida inanimada que la rodea. Sin haber pasado por consensos, es evidente que se toman las mismas decisiones para llenar espacios de índoles diversas. Así los discursos visuales van tomando la forma de convenciones. Un motel santiaguino, con sus anchas medias cortinas plásticas, repetirá casi siempre la misma solución para señalar su entrada. El mismo caso sucede con los violentos rayones en paredes que suelen compartir una misma estética, pues en todas las decisiones con las que funciona una ciudad aparece incesante la autonomía de su grupo social. Por eso mismo Sarjo podría realizar la investigación que propone “Walking Around” en cualquier ciudad del mundo, y en cada caso se daría voz a los rasgos más íntimos de la gente que ocupa esos lugares.

En toda la evolución de su obra este artista ha demostrado una preocupación casi obsesiva por el rigor formal en contraste con su gusto a desmentir lo socialmente correcto, poniendo sobre la mesa situaciones de las que no suele hablarse ya que por algún motivo resultan incómodas. Siguiendo una línea circular, el pensamiento vuelve aquí al punto de partida ya enriquecido con las consideraciones que el tiempo y la reflexión aportan. Se está de nuevo ante un balazo en la ventana. Su fisonomía es sugerente; posee una existencia formal que lo determina y sostiene. Sin embargo, al igual que un hombre, una sociedad o un país, esa figura contiene su propia historia. 1973 es su año de nacimiento. El metal irrumpe a toda velocidad en un vidrio al instante de chocar con violencia dos posturas políticas en Chile. Pero aquí ese punto de desunión alcanza una perspectiva mucho más amplia. Junto con la mirada activa del espectador una figura inocente se abre a todas las comprensiones para observarlas desde lo alto.



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viernes, 22 de abril de 2011

Se comparten lecturas V


Mafalda


Tuve el gusto de conocer a Mafalda, Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Libertad y Guille hace más o menos quince años. El gran libro que reúne todas las tiras me acompañó durante mucho tiempo, siempre al lado de mi cama, y aunque ya me sabía todos los chistes era imposible parar de leerlos porque nunca dejaban de tener gracia. Me cambié de casa y país varias veces y el libro siempre viajaba conmigo, cada vez más maltratado. Iba quedándome dormida cada noche acompañada de estos personajes. Había chistes que no alcanzaba a entender -¿por qué la tortuga de Mafalda se llama Burocracia?- pero igual eran graciosos a niveles básicos. Siempre había leído a Mafalda en desorden, abriendo el gran libro al azar, hasta que conseguí una especie de edición vintage con los doce números por separado. Pequeños tomos rectangulares, cada uno con su propio color brillante, cada uno con nuevos personajes y descubrimientos de niños muy especiales. Entonces incubé la idea de un día leerme a Mafalda cronológicamente, de principio a fin. Esa idea fue a caer directo en una pobre víctima, mi esposo, quien conocía a Mafalda de vista pero no sabía de ella a profundidad ni distinguía a cada uno de sus amigos, por lo tanto no podía comprender mi obsesión. Entonces decidimos que leeríamos cada tomo juntos, en voz alta. Si bien se trataba de una decisión compartida fui yo quien literalmente lo obligó, mas logramos llegar hasta el final sin que nada grave ocurriera.

La historia de un grupo de niños que realzan la más natural genialidad infantil. Por supuesto gran parte del tiempo dicen cosas que un niño común nunca diría, utilizando un léxico y una sensibilidad filosófica envidiable para cualquier adulto educado. Pero si bien se cometen estas libertades, jamás resulta inverosímil pues la intuición de los niños reales permite que se percaten de todo lo que sucede a niveles profundos. Por eso antes que enseñarles habría que escucharlos. Seguro aprenderíamos más y mejor.

Ponerle atención a Mafalda significa entrar a comprender una forma muy interesante de pesimismo. Ella se lamenta porque es consciente de lo mal que anda el planeta por culpa de los seres humanos. No tiene fe en que las cosas mejoren el día de mañana pero tampoco se rinde. Sueña con crecer para aprender idiomas y sacar un título, se niega a vivir el día de mañana como una mujer frustrada. Su sentido del humor es casi siempre ácido y despiadado pero posee el don de la compasión y es siempre una excelente amiga, hermana e hija. Desde el comienzo es amiga de Felipe, quien sufre intensamente a causa de la escuela aunque siempre ha sido un alumno destacado. Felipe es feliz leyendo historietas de vaqueros, tiene una imaginación desbordante y a veces sueña en convertirse en un ingeniero. De él se puede decir que es genuinamente bueno y mucho más listo de lo que cree. En muchos sentidos se le puede ver como la contraparte de Manolito, quien es un excelente ejemplo de cualquier capitalista descarnado. Manolito es desde pequeño un hombre de negocios bastante bruto para todas las materias que no tengan que ver con números. Está dispuesto a engañar a los demás para que compren porquerías en el almacén de su papá, pero jamás hace tal cosa con sus amigos. Es, de entre todos, quien ya consiguió lo que quiere de la vida. Tal vez por eso lo odia Susanita, quien es de temer. Egoísta, racista, manipuladora, hipócrita, convenenciera, carga con los peores males femeninos. Aunque es inteligente no quiere estudiar en la universidad porque su único sueño es casarse y tener hijos. Sin embargo, y pese a su constante comportamiento malintencionado, es fiel a sus amigos. El desbordante amor que siente por sí misma sólo es superado por el de Miguelito, un existencialista que se cuida y observa con gran interés. Disfruta pensando en los problemas o situaciones más inverosímiles y es un irreprimible gozador. Se da cuenta de los inconvenientes que carga por ser niño y está dispuesto a portarse mal para al menos pasar un buen rato antes de que sea demasiado tarde. En cuanto a la pequeña Libertad, quizás la más adulta entre ellos, le tengo un poco de lástima porque es una idealista y se frustra constantemente. El socialismo en su cabeza la tiene pregonando por doquier, dando cátedra, y lo hace con las mejores intenciones pero sus palabras siempre chocan con la realidad. He aprendido de ella que se puede ser irreverente con mucha elegancia, y que es necesario darse el propio lugar para que los otros no pasen sobre uno. Por último tenemos a Guille, el hermanito de Mafalda, quien es brillante y se pasa de listo para conseguir lo que quiere. En cuanto comienza a decir palabras es capaz de razonar en el mismo tono que los niños más grandes. Sabe darse a respetar, es excéntrico y creativo. Nunca había conocido a un egoísta adorable pero él encarna esa noción infantil de que el mundo gira alrededor nuestro, lo cual en muchos casos no puede ser más cierto.

Cuando los años pasaron muchos chistes cobraban nuevos sentidos. Hay que vivir la burocracia para saber porqué una tortuga puede llamarse así. Estoy segura que en un tiempo más comprenderé otras ideas mientras tanto oscurecidas porque esta es una lectura que en mí no se agota. Mafalda nació por la mano de Quino en una Argentina sesentera y parece que aun tiene mucho que decir dentro y fuera de su país, lo cual confirma que las cosas no han cambiado más que en la superficie.



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lunes, 11 de abril de 2011

Se comparten lecturas IV


Purgatorio


Siempre he querido viajar por el desierto. Es la intuición más que los comentarios de terceros lo que me trae su soledad desde hace mucho tiempo. Después de leer este libro el cielo es el desierto y éste se suspende muy arriba, guardando en su interior el nombre Atacama. Ha llegado hondo en mí la necesidad de conocerlo. No valía ni tres chauchas llegar, como bien dice uno de los primeros poemas, y aun sigo aquí.

La lectura no me fue fácil, al contrario. En muchos momentos tenía la sensación de estar frente a algo que no podía penetrar. Reflexiones estéticas ajenas a mí, ya sea por falta de lecturas o por falta de empatía con los hechos planteados. No soy, al menos en este momento, una persona espiritual. Desde lejos observaba con emoción e interés escenas de profundos contenidos metafísicos. Me podía acercar a ellas hasta esa distancia porque estaban a la vez revueltas entre sueños, o bien entre sus propias partes de padecimiento, enfermedad, sexo, arte, todos estos momentos que contienen dentro de sí a lo espiritual pero que son estadios palpables. Para pensar en ejemplos nada mejor que volver a la Biblia y la Divina Comedia, escenografías que aquí se han instalado en una suerte de transitoriedad. Estas obras son hilos que se clavan, enhebran, cruzan y anudan dentro de la lectura. Tal vez en parte por eso el libro es traumático. Es necesario volver atrás a revisar hechos cruciales para cumplir una penitencia honesta. Después de todo se va al purgatorio porque el alma aun no es lo suficientemente limpia. La voz en los poemas a veces está muy lejos, en ese lugar, y yo la percibo por acciones tan sencillas como quemarse la cara.

Aquel momento de plena dictadura donde Raúl Zurita se marca una herida en la mejilla es, quiéranlo o no los detractores, crucial para el arte contemporáneo chileno. En éste su primer libro aparece nombrado, se convierte en material literario estéticamente, y así se independiza. Mucho tiempo habrá de pasar para que esa acción madurara en significado, pues en el momento se hizo por un apremio personal, como una forma coherente de reaccionar ante lo insoportable. Así va haciendo su entrada el performance en Chile. Desde la poesía. O desde las acciones que devienen poesía. Eso me dice mucho sobre tan extraño país.

Y cómo no reflexionar sobre Chile mientras se pasaban las páginas y después, mucho después de cerrarlas. Pero ¿qué es Chile?, ¿acaso quiere decir algo que estas tierras se dividan de tal forma a sí mismas?, ¿hay un aprendizaje para cada chileno puesto ahí, encima de su naturaleza? ¿por qué el desierto más seco del mundo está al norte, sobre nuestras cabezas? Dichas preguntas tienen un punto de encuentro donde abren sus posibilidades en cada poema. Se está en Chile, se está en el desierto, y ese lugar no sólo es un espacio físico en el mapa nacional sino también un estado interno. Hasta el desierto florece.

Hacia el final del viaje las letras sutilmente fueron alejándose de sus materiales originales. Se iban haciendo más limpias y abstractas. Se encontraban a sí mismas en soluciones visuales que ya habían vislumbrado antes. La experiencia me dejó cansada, mas no derrumbada. Me sentí ligera con total consciencia de la energía invertida. Agradecí que hasta las últimas consencuencias, desde la dedicatoria hasta la última página de permanentes zigzagueos, el libro fuera coherente consigo mismo y con las guerras que me propuso enfrentar.




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lunes, 4 de abril de 2011

Se comparten lecturas III



Zurita

Esta obra tendrá que esperar a ser publicada para que pueda compartir mis impresiones. Por el momento sólo les contaré que al libro lo considero un espacio idóneo para reflexionar en torno al trabajo de Raúl Zurita. A raíz de tal motivo vendrán a este lugar libros de su pasado.




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viernes, 1 de abril de 2011

Bendito Caos

(Publicado en El ciudadano)


No creo en el ser humano, en esto que me ha tocado ser. Estacionado en la vida. Sin esperar mucho realmente, con la cara mirando hacia la prosperidad de la cual se cree merecedor. Todos los días pasan sin que algo suceda. Ha elegido automatizarse de incógnito en sus propias pequeñísimas libertades. Ordenado, simétrico, marchando por la calle. En automático le suceden jornadas y sueños. Viviendo el día se olvida de la noche. El suelo de antigua tierra muerta surcado en desafinadas líneas rectas, envuelto con parches de pavimentos. Allí camina en direcciones fijas y ausentes, se cruza con otros. Algunos cruces alcanzan a dar alivio. Sigue. Trabaja en la esperanza de prosperar. Para que su existencia sea más fácil, más tranquila, más interesante, más llena de vida. Enfocándose. Obedeciendo a las posibilidades reales con mala cara. Lamentando la destrucción de sus deseos, de las raíces que le unen al otro, del respeto en todo su planeta. Y sigue caminando a prisa, esforzándose de vez en cuando. Pero el arte, la ciencia, el pensamiento, sus más altas creaciones no son nada al lado de la naturaleza. Sólo muerte justo a un paso del olvido. Alrededor y en cada momento estallan los símbolos de su desarrollo, esparcen gas letal por todas partes, terminan con lo poco que queda de confianza. Llora los errores y sigue, asesinando lo que le rodea.

La tierra no para de temblar. Quienes alaban la política del miedo lo dicen sin darse cuenta de que no es necesario hacerlo. Se ha llegado a un punto donde ya no podemos espantarnos. Hemos sido vacunados en la infección. El conocimiento estira sus brazos cada vez más. Desde hace tanto se tienen soluciones, pero nadie las ocupa. Sabemos de pequeños cambios individuales que darían un vuelco a nuestra caída libre, y estamos al tanto de los graves atropellos que cometen quienes deberían cuidarnos. Admitamos, somos conscientes aunque estemos distraídos la mayor parte del tiempo.

Qué sucedería, me pregunto, si la superpoblación entera cae en consciencia y no sale de ahí. Estoy deshaciéndome mientras pasan sobre mí escenas atropelladas. Tendríamos que abrir las jaulas de todo zoológico. Salir con herramientas en mano a demoler lo que hemos usado en nuestra contra. Abajo centros comerciales y centrales nucleares. Abajo paredes de todas las cárceles. Edificios insensibles, bancos, televisiones, automóviles, armas, tanques, todo abajo. Quedaríamos entre los escombros de lo que fuimos. Reiríamos hasta el dolor. Nos amaríamos y pelearíamos verdaderamente, sin ninguna explicación. Adiós conversaciones vacías, improvisaríamos. Los presidentes dejarían sus cargos sin prensa ni cobertura, el papa saldría de su palacio dorado a sentarse en una piedra del camino y quedar para siempre en silencio, siguiendo el ejemplo de Diógenes los señores de la CIA se harían mendigos. Los árboles se estirarían, las ballenas saltando, las vacas sonriendo. Algunos seríamos devorados por perros callejeros. Otros llenaríamos museos, bibliotecas, sitios arqueológicos y ahí festejaríamos sin freno. Caeríamos entre personas desbancadas, encontrándonos en la posibilidad de ser un cero redondo, un libro por leer, un cuaderno de hojas blancas. Derrumbándose todo lo que nos sostiene, que nos hace funcionar, que nos premia, impulsa y alimenta. Renunciaríamos a ello, simple y sencillamente.

La cabeza me estalla cuando considero que por primera vez en nuestra cortísima historia nos decidiéramos a algo en verdad definitivo, sin coloquios ni pantomimas. No sobrevivimos. Ya decía el proverbio de antiguas tierras orientales que cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución. Por eso seguiré alarmada ante los discursos que aseguran nuestro orden y tranquilidad. No puedo ignorar estas sacudidas de la tierra bajo mis pies y termino de escribir sabiendo que, felizmente, ella tendrá la última palabra.


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