Es posible entrar al Liceo 7 en
toma si eres mujer, joven y fácilmente puedes confundirte con las chicas. Pero
aun en ese caso si se duda un poco el temor será olfateado y rápidamente
alguien preguntará quién eres tú. Los periodistas entonces responden con la
verdad, lo cual multiplica la desconfianza en el acto. Ya han ido suficientes
de esta especie a succionar toda la contingencia que allí supura, se van con
las manos llenas y nunca vuelven salvo para pedir más. Frente a la cautela
natural de entrar a una escuela que está tomada siendo ajeno a ella lo mejor
parece ser acercarse a las alumnas, hablar con ellas, mostrarles genuino
interés, y sobre todas las cosas probar que se está ahí con buenas intenciones,
para ayudar como mejor se pueda. Alguna de las líderes querrá conocer al
intruso en cuestión, entonces se obtendrá el invisible pase de entrada. El
segundo día de visita podrá franquearse a las guardianas con un simple y llano
vengo a ver a Lali.
Se
habrá cruzado la puerta perforada con patas de mesas y sillas, pasando entre un
puñado de cinco a diez jóvenes que piden una cooperación a los transeúntes,
cantan y escuchan un regaetón que dice toda la noche te voy a dar. Entonces el
primero en entregar la bienvenida será un árbol gigante, anciano, con un tronco
que no menos de cinco de esas niñas con los brazos estirados podrán rodear y
ramas que se abren dando una sombra generosa. A la derecha un patio rodeado de
plantas. Quienes más gozaban de ese espacio eran los administrativos y la
rectoría, cuyas oficinas daban a dicho rincón agradable y ahora se encuentran
cerradas con llave para evitar cualquier robo o arranque de vandalismo.
Una vez bajo
el árbol el siguiente sujeto que dará la bienvenida al intruso será el
Amarillo, un perro callejero que desconfía de todo desconocido mas puede llegar
a quererlo salvo si éste es hombre. En este caso su odio no tendrá límites y
jamás dejará de ladrarle, por más gritos y retos por parte de las amas. Fuera
de su instinto sexualmente discriminador pareciera un perro dulce. Es feliz
cuando una de las chicas le tira una botella de plástico vacía, él la toma con
la boca y corre con ella como una flecha. Le gusta que le rasquen el pecho y
cuando está cansado siempre se echa a los pies de quien tiene más cerca. Pero
aunque las alumnas le dan amor, juran que lo detestan, que es malvado por
dentro, sin explicar porqué. Lo cierto es que muchos perros de la calle han
pasan temporadas en el Liceo, pero es Amarillo quien reside ahí de planta.
Avanzando
hacia dentro, pasando la sala múltiple a la izquierda, se llegará a un patio de
piedras al que le dicen las casitas porque tiene unas mesas de madera con
bancas empotradas y techos triangulares. Ahí se hacen todas las reuniones con
personajes de la más diversa índole. El trabajo no para nunca, siempre hay
ideas nuevas que poner a prueba y gente externa que muchas veces de forma
anónima para no perder su trabajo quiere participar en esta revolución social.
A un lado de las casitas está el gimnasio, utilizado ahora para todo menos para
hacer ejercicio, y al otro la cancha. Más allá todas las salas vacías, que sin
embargo están cargadas de extrañas vidas. Son, en el sentido más literal del
término, presencias de ausencias.
Un
cuaderno de religión abandonado sobre una mesa. Al abrirlo no hay nada escrito
que involucre la materia, salvo la siguiente anotación. “Soy Constanza Rivas,
tengo 14 años, curso 1º año medio en el Liceo 7 de providencia, me gusta
escuchar música, leer y dormir especialmente. Aun no tengo claro lo que
pretendo aunque se han pasado por la cabeza varias carreras, primero quería ser
astronauta, astrónoma, científica, psicóloga y médico etc. / Me considero una
persona “rara” por buscarle algún significado, porque no soy de fiestas ni
estar rodeada de “amigos”, tampoco digo groserías, lo considero en contra de
mis principios.” A través de la ventana de esa sala hay un policía que camina
muy lento, mirando en esta dirección. Más arriba, en los edificios que rodean
el Liceo, los vecinos observan constantemente. A cualquier hora puede
corroborarse su presencia silenciosa y anónima. Son siluetas oscuras que nunca
muestran la cara.
En
otra sala, particularmente distinta pues aun tiene las sillas en el antiguo
orden de las clases, hay un árbol hecho con papelitos pegados en la pared del
fondo. Cada uno registra el cumpleaños de las compañeras. Al centro y abajo,
situado en el tronco, el cumple de la profe. Le anotaron en letra más pequeña
la palabra dictadora… y una carita feliz. Hay collages con galanes de farándula
como Juanes, Alejandro Fernández, Take That y Bon Jovi. Pueden leerse tips de
belleza y moda, datos duros y citas sobre política como “En Chile se gasta un
2,7% del PIB en la compra de armamentos y sólo un 0,68% en educación” o
“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un
esfuerzo total es una victoria completa. (Gandhi).” Todo en un mismo mural de
caucho. Pero en el lugar central y sin duda protagónico, el Código Femenino:
“Art 1: Solteras sí, solas nunca.
Art 2: ¿Usted piensa en algún bonustrack
con algún ex?, recuerde que figurita repetida no completa el álbum.
Art 3: No trate como prioridad a
quien la trata como opción.
Art. 4: ¿Príncipe azul?, ¡es
mejor el lobo feroz… que ve mejor, la oye mejor y la come mejor!
Art 5: Mientras llegue el
indicado disfrutemos al equivocado.
Art. 6: Mejor sola que mal
acompañada.
Art. 7: Amigas primero :)”
Cuando
se camina hacia los cursos que ya están por salir a la universidad el primero
en el pasillo tiene puesto un letrero a mano que dice 4º medio, eliminando así
todo resquicio de duda. “La ignorancia del pueblo”, se lee en el suelo con
letras rojas. Han arrimado muebles, delantales arrugados, libros y cuadernos a
los rincones. El diario mural tiene frases célebres de profesores como “Aquí no
se habla francés, se habla alemán. Nosotros somos españoles.”, “Ayer vi una
niña chica que era bastante grande”, “El primer día lunes de la semana”, “Un
país nacional chileno”, “El significado tiene que ver con qué significa”, “Un
anillo de plata que no pesa nada, no es muy de oro”, “Es imposible tapar un
dedo con el sol”, “El discurso religioso es como el político, pero religioso”,
“Mi opinión personal de mí”, “Anote con palabras”, “El comprometerse indica
compromiso”, “¿Por qué no escucha en voz alta?”, “Se va a vender comida
comestible”, “Resulta que las palomas están haciendo un control de palomas”. Y
otras, muchas otras, en el mismo tono.
Sala
a sala las historias no dejan de fluir entre medio de muebles escolares
desvencijados, percheros sin los ganchos para colgar y un polvo que se levanta
a cada paso haciendo rasposa la respiración. El sentido del humor y la
inteligencia conviven de la mano en estas alumnas con distinción máxima,
acompañadas de una consciencia muy aguda de la situación por la que están pasando.
Por medio de mensajes silenciosos, anotados para ser leídos por ellas mismas o
por profesores que no se lo habrían tomado demasiado en serio, las chicas del
Liceo 7 comenzaban a escribir como arma de defensa, de identidad, de relajo y
por supuesto para dar permanencia a pensamientos que de otra forma se habrían
difuminado en la nada.
Las
jóvenes dicen haberle tomado un especial cariño al Liceo durante la toma.
Cierto, es imposible no encariñarse con este espacio amplio, donde abundan
plantas con flores y árboles llenos de gorriones, tórtolas y zorzales que
cantan a gritos imponiendo su presencia diminuta. En un día de clases estos
lugares donde ahora se puede correr con los brazos abiertos eran en realidad
una lata de sardinas. Por ejemplo el comedor, ahora un salón rectangular en el
segundo piso que da a la cancha y tiene como paredes y techo ventanales donde
entra la luz a chorros, fue en un día normal de escuela como el transantiago en
la hora pic. Había que comer a codazos, porque ni siquiera cabían bien las
bandejas en estas mesas redondas que ahora parecen el lugar de un auspicioso
banquete abandonado. La sobrepoblación en esta escuela fue otra de las causas
por las que no era posible fijarse en ella. Pero desde el primer día de toma
aparecieron sus muros de enredaderas, sus ruidos extraños, sus pequeños
habitantes y las bancas antes imposibles de conseguir. Entonces se enamoraron
del lugar, perdidamente, y a la primera catarsis destructiva la mayoría actuó
en defensa de lo que en verdad, ahora lo sabían, era suyo.
Al
comienzo, cuando todavía eran muchas, durmieron en la sala múltiple. Temían el
invierno y tuvieron que enfrentarlo, osadía extrema, y se apretaban unas entre
otras como pollos para compartir el calor. A pura sopa en sobre y nescafé
sobrevivieron, echando más y más agua para que les alcanzara. Ahora, luego de
cuatro meses, ya son pocas, no más de quince las que permanecen aquí. Otras van
y vienen de sus casas, apoyando la causa desde la distancia. El resto o
permanece en silencio o bien les hace la vida imposible insultándolas desde
facebook y alimentando una mala fama. La mayoría duerme en una sala junto a las
casitas, donde casi siempre puede encontrarse a una con su novio revolcándose
en el piso.
Para
llegar al dormitorio de las dirigentes hay que cruzar toda la fila de salas por
el primer piso y tocar la última puerta, en el rincón más escondido. Es un
lugar pequeño, modesto, con algunas colchonetas en el suelo, mantas, ropa
revuelta y una mesa donde se juntan para seguir trabajando. Ya es de noche y
sacan de una mochila lo que será su comida, dos queques de paquete y bebida. Se
ve que tienen hambre pero igual comparten con quien sea que entre por cualquier
motivo. Vale dice imagínate una pizza, y los otros cierran sus ojos como si
pudieran verla y saborearla. Estos otros son Lali, Alina y su novio el Pancho
quien la sigue como sombra. Incluso se parecen físicamente, tal vez por el
mismo motivo. Revisan sus citas de la semana, hablan de un cierto hombre quien
quiere ayudarlas a imprimir un periódico escolar que van a redactar junto con
los otros Liceos del cordón Providencia. Este tipo tiene su propia agenda eso
sí y no hay que olvidarlo, dice Lali, como la Camila Vallejo. Al escuchar este
nombre todas ponen cara de asco, el espejismo de la pizza ha desaparecido. De
golpe las invade el sueño.
A
la salida sólo queda un par de guardianas. El árbol tiene sus ramas caídas,
Amarillo no se aparece y la música está a un volumen muy bajo. Afinando el oído
puede escucharse la misma canción. Toda la noche te voy a dar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario