viernes, 22 de abril de 2011

Se comparten lecturas V


Mafalda


Tuve el gusto de conocer a Mafalda, Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Libertad y Guille hace más o menos quince años. El gran libro que reúne todas las tiras me acompañó durante mucho tiempo, siempre al lado de mi cama, y aunque ya me sabía todos los chistes era imposible parar de leerlos porque nunca dejaban de tener gracia. Me cambié de casa y país varias veces y el libro siempre viajaba conmigo, cada vez más maltratado. Iba quedándome dormida cada noche acompañada de estos personajes. Había chistes que no alcanzaba a entender -¿por qué la tortuga de Mafalda se llama Burocracia?- pero igual eran graciosos a niveles básicos. Siempre había leído a Mafalda en desorden, abriendo el gran libro al azar, hasta que conseguí una especie de edición vintage con los doce números por separado. Pequeños tomos rectangulares, cada uno con su propio color brillante, cada uno con nuevos personajes y descubrimientos de niños muy especiales. Entonces incubé la idea de un día leerme a Mafalda cronológicamente, de principio a fin. Esa idea fue a caer directo en una pobre víctima, mi esposo, quien conocía a Mafalda de vista pero no sabía de ella a profundidad ni distinguía a cada uno de sus amigos, por lo tanto no podía comprender mi obsesión. Entonces decidimos que leeríamos cada tomo juntos, en voz alta. Si bien se trataba de una decisión compartida fui yo quien literalmente lo obligó, mas logramos llegar hasta el final sin que nada grave ocurriera.

La historia de un grupo de niños que realzan la más natural genialidad infantil. Por supuesto gran parte del tiempo dicen cosas que un niño común nunca diría, utilizando un léxico y una sensibilidad filosófica envidiable para cualquier adulto educado. Pero si bien se cometen estas libertades, jamás resulta inverosímil pues la intuición de los niños reales permite que se percaten de todo lo que sucede a niveles profundos. Por eso antes que enseñarles habría que escucharlos. Seguro aprenderíamos más y mejor.

Ponerle atención a Mafalda significa entrar a comprender una forma muy interesante de pesimismo. Ella se lamenta porque es consciente de lo mal que anda el planeta por culpa de los seres humanos. No tiene fe en que las cosas mejoren el día de mañana pero tampoco se rinde. Sueña con crecer para aprender idiomas y sacar un título, se niega a vivir el día de mañana como una mujer frustrada. Su sentido del humor es casi siempre ácido y despiadado pero posee el don de la compasión y es siempre una excelente amiga, hermana e hija. Desde el comienzo es amiga de Felipe, quien sufre intensamente a causa de la escuela aunque siempre ha sido un alumno destacado. Felipe es feliz leyendo historietas de vaqueros, tiene una imaginación desbordante y a veces sueña en convertirse en un ingeniero. De él se puede decir que es genuinamente bueno y mucho más listo de lo que cree. En muchos sentidos se le puede ver como la contraparte de Manolito, quien es un excelente ejemplo de cualquier capitalista descarnado. Manolito es desde pequeño un hombre de negocios bastante bruto para todas las materias que no tengan que ver con números. Está dispuesto a engañar a los demás para que compren porquerías en el almacén de su papá, pero jamás hace tal cosa con sus amigos. Es, de entre todos, quien ya consiguió lo que quiere de la vida. Tal vez por eso lo odia Susanita, quien es de temer. Egoísta, racista, manipuladora, hipócrita, convenenciera, carga con los peores males femeninos. Aunque es inteligente no quiere estudiar en la universidad porque su único sueño es casarse y tener hijos. Sin embargo, y pese a su constante comportamiento malintencionado, es fiel a sus amigos. El desbordante amor que siente por sí misma sólo es superado por el de Miguelito, un existencialista que se cuida y observa con gran interés. Disfruta pensando en los problemas o situaciones más inverosímiles y es un irreprimible gozador. Se da cuenta de los inconvenientes que carga por ser niño y está dispuesto a portarse mal para al menos pasar un buen rato antes de que sea demasiado tarde. En cuanto a la pequeña Libertad, quizás la más adulta entre ellos, le tengo un poco de lástima porque es una idealista y se frustra constantemente. El socialismo en su cabeza la tiene pregonando por doquier, dando cátedra, y lo hace con las mejores intenciones pero sus palabras siempre chocan con la realidad. He aprendido de ella que se puede ser irreverente con mucha elegancia, y que es necesario darse el propio lugar para que los otros no pasen sobre uno. Por último tenemos a Guille, el hermanito de Mafalda, quien es brillante y se pasa de listo para conseguir lo que quiere. En cuanto comienza a decir palabras es capaz de razonar en el mismo tono que los niños más grandes. Sabe darse a respetar, es excéntrico y creativo. Nunca había conocido a un egoísta adorable pero él encarna esa noción infantil de que el mundo gira alrededor nuestro, lo cual en muchos casos no puede ser más cierto.

Cuando los años pasaron muchos chistes cobraban nuevos sentidos. Hay que vivir la burocracia para saber porqué una tortuga puede llamarse así. Estoy segura que en un tiempo más comprenderé otras ideas mientras tanto oscurecidas porque esta es una lectura que en mí no se agota. Mafalda nació por la mano de Quino en una Argentina sesentera y parece que aun tiene mucho que decir dentro y fuera de su país, lo cual confirma que las cosas no han cambiado más que en la superficie.



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1 comentario:

  1. y con este día de lllllllluvia,
    más ganas de leerlos tantas veces
    como inocentes niños y ahora como no tanto pero igual inocentes adultos,

    a mi me encanta una en que el papa de mafalda la imita y se pone un abrigo como pelo en la cabeza, la madre aparece y lo ve y patatús
    y en la última escena aparece él comprándole un remedio en la farmacia, jajjaj

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