lunes, 11 de abril de 2011

Se comparten lecturas IV


Purgatorio


Siempre he querido viajar por el desierto. Es la intuición más que los comentarios de terceros lo que me trae su soledad desde hace mucho tiempo. Después de leer este libro el cielo es el desierto y éste se suspende muy arriba, guardando en su interior el nombre Atacama. Ha llegado hondo en mí la necesidad de conocerlo. No valía ni tres chauchas llegar, como bien dice uno de los primeros poemas, y aun sigo aquí.

La lectura no me fue fácil, al contrario. En muchos momentos tenía la sensación de estar frente a algo que no podía penetrar. Reflexiones estéticas ajenas a mí, ya sea por falta de lecturas o por falta de empatía con los hechos planteados. No soy, al menos en este momento, una persona espiritual. Desde lejos observaba con emoción e interés escenas de profundos contenidos metafísicos. Me podía acercar a ellas hasta esa distancia porque estaban a la vez revueltas entre sueños, o bien entre sus propias partes de padecimiento, enfermedad, sexo, arte, todos estos momentos que contienen dentro de sí a lo espiritual pero que son estadios palpables. Para pensar en ejemplos nada mejor que volver a la Biblia y la Divina Comedia, escenografías que aquí se han instalado en una suerte de transitoriedad. Estas obras son hilos que se clavan, enhebran, cruzan y anudan dentro de la lectura. Tal vez en parte por eso el libro es traumático. Es necesario volver atrás a revisar hechos cruciales para cumplir una penitencia honesta. Después de todo se va al purgatorio porque el alma aun no es lo suficientemente limpia. La voz en los poemas a veces está muy lejos, en ese lugar, y yo la percibo por acciones tan sencillas como quemarse la cara.

Aquel momento de plena dictadura donde Raúl Zurita se marca una herida en la mejilla es, quiéranlo o no los detractores, crucial para el arte contemporáneo chileno. En éste su primer libro aparece nombrado, se convierte en material literario estéticamente, y así se independiza. Mucho tiempo habrá de pasar para que esa acción madurara en significado, pues en el momento se hizo por un apremio personal, como una forma coherente de reaccionar ante lo insoportable. Así va haciendo su entrada el performance en Chile. Desde la poesía. O desde las acciones que devienen poesía. Eso me dice mucho sobre tan extraño país.

Y cómo no reflexionar sobre Chile mientras se pasaban las páginas y después, mucho después de cerrarlas. Pero ¿qué es Chile?, ¿acaso quiere decir algo que estas tierras se dividan de tal forma a sí mismas?, ¿hay un aprendizaje para cada chileno puesto ahí, encima de su naturaleza? ¿por qué el desierto más seco del mundo está al norte, sobre nuestras cabezas? Dichas preguntas tienen un punto de encuentro donde abren sus posibilidades en cada poema. Se está en Chile, se está en el desierto, y ese lugar no sólo es un espacio físico en el mapa nacional sino también un estado interno. Hasta el desierto florece.

Hacia el final del viaje las letras sutilmente fueron alejándose de sus materiales originales. Se iban haciendo más limpias y abstractas. Se encontraban a sí mismas en soluciones visuales que ya habían vislumbrado antes. La experiencia me dejó cansada, mas no derrumbada. Me sentí ligera con total consciencia de la energía invertida. Agradecí que hasta las últimas consencuencias, desde la dedicatoria hasta la última página de permanentes zigzagueos, el libro fuera coherente consigo mismo y con las guerras que me propuso enfrentar.




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