lunes, 25 de abril de 2011

Prem Sarjo: La ciudad infinita

(Publicado en Arte al límite)


*** Ocupar la cámara como intermediario entre el mundo material y uno mucho más ingrávido, sutil, transparente, develado de pronto por la imaginación privilegiada. ***

Hay un círculo de grises ocupando gran parte del espacio visual. El resto es borroso, pero puede notarse que se trata de una ciudad por el momento desconocida. Fuera de foco, el ojo queda ante la forma del balazo en algo que pareciera ser una ventana a lo alto. La imagen desnuda, sin información complementaria de ningún tipo, alcanza a convertirse en una realidad ocurrente: un lugar donde las reflexiones estéticas brotan de lo casual, de la simplicidad, de cierta naturalidad impresa en las cosas. Sucede sin ser premeditado, como al imprimirse manchas de humedad en una pared, al dejar caer un objeto en el piso o al irrumpir un material dentro de otro.

Hace seis años Prem Sarjo (Chile, 1965-) comenzó a trabajar desde la fotografía en una serie que llamó “Walking Around”. Caminando sin ninguna expectativa fija, la cámara era utilizada para captar situaciones visuales que cada día ocupan despreocupadamente las calles por meros instantes. Dichas imágenes compartían un método de trabajo: no eran intervenidas dentro o fuera de la escena y se retrataban con luz natural. Esos hallazgos se hicieron responsables de dar paso a la obra. Allí lo decisivo no era enteramente la creatividad del artista, sino sobre todo su capacidad de ver. Los descubrimientos comenzaron siendo espontáneos, iluminadores y aun difíciles de precisar. Estas fotos parecían avanzar a tientas por un entorno inabarcable. Con el tiempo, lo que antes fue un proyecto específico se transformó en una forma de investigar que sitúa al artista en el lugar de un peatón más y a la cámara en la representante de un registro atento.

Paulatinamente en este trabajo han ido surgiendo distintas series. Muchas enfrentan al espectador desde la empatía más básica hacia una imagen nueva, hasta la capacidad de ligar un hecho concreto con otros momentos clave dentro de la historia del arte. La experiencia de un artista que durante más de veinte años hizo pintura, y que incursiona en el performance y la instalación con bastante éxito, se traduce a través de la cámara de manera que reflexiones particulares quedan expuestas en situaciones muchas veces efímeras. Surgen cada día al mirar un auto tapado y pensar en Christo, concebir las cajas apiladas como piezas arquitectónicas en un juego para niños, encontrar ideas minimalistas en el pavimento, abstracciones en las paredes o instantes donde las líneas que de pronto aparecen al ser enmarcadas revelan una perfecta perspectiva clásica. No deja de ser irónico el que un deshecho, una imperfección o un manejo del espacio puramente instintivo a cargo de manos anónimas, sea capaz de plantar en escena la llamada alta cultura. Este es un ejercicio donde los secretos del arte son reevaluados por situaciones cotidianas en cada momento.

El centro de Santiago es el escenario donde la obra ocurre. Como sucede en casi todas las ciudades, a éste lugar lo anima una acción irreprimible. La gente, avanzando en un ritmo frenético, jamás aparecía en las primeras fotos de “Walking Around” pero siempre ha impuesto su presencia en la vida inanimada que la rodea. Sin haber pasado por consensos, es evidente que se toman las mismas decisiones para llenar espacios de índoles diversas. Así los discursos visuales van tomando la forma de convenciones. Un motel santiaguino, con sus anchas medias cortinas plásticas, repetirá casi siempre la misma solución para señalar su entrada. El mismo caso sucede con los violentos rayones en paredes que suelen compartir una misma estética, pues en todas las decisiones con las que funciona una ciudad aparece incesante la autonomía de su grupo social. Por eso mismo Sarjo podría realizar la investigación que propone “Walking Around” en cualquier ciudad del mundo, y en cada caso se daría voz a los rasgos más íntimos de la gente que ocupa esos lugares.

En toda la evolución de su obra este artista ha demostrado una preocupación casi obsesiva por el rigor formal en contraste con su gusto a desmentir lo socialmente correcto, poniendo sobre la mesa situaciones de las que no suele hablarse ya que por algún motivo resultan incómodas. Siguiendo una línea circular, el pensamiento vuelve aquí al punto de partida ya enriquecido con las consideraciones que el tiempo y la reflexión aportan. Se está de nuevo ante un balazo en la ventana. Su fisonomía es sugerente; posee una existencia formal que lo determina y sostiene. Sin embargo, al igual que un hombre, una sociedad o un país, esa figura contiene su propia historia. 1973 es su año de nacimiento. El metal irrumpe a toda velocidad en un vidrio al instante de chocar con violencia dos posturas políticas en Chile. Pero aquí ese punto de desunión alcanza una perspectiva mucho más amplia. Junto con la mirada activa del espectador una figura inocente se abre a todas las comprensiones para observarlas desde lo alto.



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