Es el desierto más seco,
donde ninguna flor crece,
donde no existe una gota de agua
escondida en la profundidad.
Hace milenios que los ojos extranjeros
no llegan hasta ese lugar.
Sola y hastiada,
la tierra se quiebra en sí misma.
Se abre
sin descubrir nada.
No hay luz ni oscuridad,
tampoco sentido de temperatura,
sólo un vago presentimiento de muerte
tras el esqueleto del árbol carbonizado.
Allí vive la criatura
feroz y asustadiza,
sucia, gris, de huesos frágiles.
Su ceguera no la hizo más fuerte.
Entre el terror y la amargura
ha olvidado quién es
y cómo llegó hasta ahí.
La pesadumbre
es su único camino. /
Es un paisaje de cristales
y espejos brillantes
donde el viento hace música.
Si alguien grita
es escuchado
por miles de sombras danzantes.
Las miradas que alcanzan la visión
se encandilan
y regresan hablando
de cosas que nadie entiende.
Quedan un rato suspendidos
en una marea lenta
y se llenan la boca de flores
y quieren saltar al vacío.
Un ser fantástico
de plumas transparentes
los observa
satisfecho,
y llora
sin saber porqué.
Luego vuelve de donde vino,
atravesando sueños
hasta desaparecer
sin dejar un solo rastro.
Recuerda cuando caminamos por esos lugares, recuerda cuando conociste los paisajes míos. Estoy tocando la muerte y no encuentro ni siquiera el silencio.
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