domingo, 7 de agosto de 2011

Cristina Lucas: Risa y recuperación

(Publicado en Arte al límite)


***Sus reflexiones sobre la responsabilidad del ciudadano rescatan ideas ensuciadas por la historia, desempolvándolas, entregándoles un aire fresco y regenerador.***

A primera vista las obras de Cristina Lucas (España, 1973) pueden parecer inofensivas, sin embargo resulta imposible no acercarse a ellas. Hay una fuerza narrativa que despierta un placer de infancia, el de un cuento bien contado. Las piezas que aquí toman su lugar son videos tan lúdicos que su difícil relato entra en el entendimiento a través de la risa, sin aspereza, convirtiéndonos en sus activos personajes.

Entran unos perritos avanzando en dos patas, endebles y decididos. Han salido de su casa y van por diferentes rincones de un pueblo con sus lenguas al aire. Esta imagen ha sido un lugar visitado por varios grandes pensadores para definir a una mujer que ejerce quehaceres creativos, “… como un perro caminando en sus patas traseras. No lo hace bien, pero es sorprendente que lo haga”. Se trata de una de las muchas enfermedades históricas bajo las que Virginia Woolf puso su dedo índice en Un cuarto propio. Cristina utiliza este libro como punto de unión hacia una línea larga, y destapa la imagen de toda metáfora. La obra se llama “Tú también puedes caminar” (2007), pues hay monumentos culturales a quienes leemos sin dudar nunca de su completo e impecable sistema de raciocinio, sin darnos el derecho a conocer y cuestionar. Aterricemos aquí en una plaza madrileña donde un busto de Ruosseau permanece digno desde el pasado intocable. Cristina se ha instalado ahí con un libro en las manos: el “Emilio”, donde el creador inapelable de nuestra democracia moderna se esmera en exponer un primer tratado de educación. En la plaza se congregan mujeres de todas las edades y leen. “El destino especial de la mujer consiste en agradar al hombre”, dice este líder de la ilustración, dejando ver una realidad incuestionable en la que Cristina jamás deja de entrar con bisturí. En el video “Rousseau y Sophie” (2009) las allí presentes, animadas a reaccionar en libertad, van y le dan de porrazos al busto. Esas grandes cabezas que en aquellos años lucharon por la ciudadanía jamás pensaron en incluir dentro de su proyecto a sus colonizados, entre ellos la mujer.

La artista es una lectora, no solo de textos sino de imágenes, y puede sintetizar resultados frente a los cuales caemos rendidos. En “Big Bang” (2008/10) la vagina aparece como encarnación de “El origen del mundo” de Gustave Courbet, pero no está en reposo. Con un pincel comienza a trazar líneas que pronto forman letras y luego palabras. La creación del universo, desde el lugar donde la vida humana surge. Y dentro de la mente, en sintonía con la imagen, todo estalla y ocupa distancias antes inexistentes. Porque ese cuerpo de redondeces suaves y blancas ha sido el objeto de contemplación suprema, mas tenía prohibido salir de ese espacio irreal y las mujeres artistas brillan por su ausencia en la historia del arte. Así, en el esmerado aire emancipador de “La liberte raissoneé” (2009), el cuadro de Delacroix adquiere movilidad y entramos entonces en otra conocida escena como en un sueño. Los ritmos son lentos y la atmósfera definitiva. Hay hombres que corren enaltecidos por su pasión. Está una mujer que alza la bandera y también corre pero de ellos, como pronto alcanzamos a notar cuando ya es demasiado tarde. La han perseguido, abusado e incrustado una herida fatal.

“Habla” (2008), le dice Miguel Ángel a su Moisés luego de terminar una definitiva obra maestra y ver su asombrosa similitud a la vida. “Para mí este gesto está lleno de sentido: exigirle hablar al patriarca de las tres religiones monoteístas”, dice Cristina, y se toma la libertad de intentarlo una vez más. La obra se da en un amplio espacio donde la gran escultura se asienta en toda su ceremoniosa presencia. Cristina se acerca con un gran martillo. Habla, le pide mientras lo golpea. El profeta es duro, ella tiene que batallar un tiempo que se hace inmenso, descansar un poco y seguir hasta que consigue derribarle la cabeza. Así se cierra este cuento. Como perros en dos patas llegamos al lugar de la artista, sentada en el suelo, entregada a su cansancio. La escultura nunca dice palabra, se queda ahí con toda su materialidad expuesta, lejos su incorruptible naturaleza de patriarca dignatario. Se pueden proponer moralejas, pero no existen finales felices salvo en la posibilidad de inventarlos nosotros.

La evolución formal de esta artista ha sido tan clara y coherente como su talento de narradora donde el contenido salta en las direcciones que quiera, explorando de frente el pasado que lo parió. En el uso del performance, video y fotografía de estas obras los materiales están al servicio de las ideas y no al revés. Por estas cualidades sumadas a su constante producción, Cristina no ha pasado desapercibida, y se le considera uno de los artistas españoles que siendo jóvenes tienen una voz en el arte contemporáneo. Su voz también forma parte de una revolución vigente. Cada vez que puede ella aclara que el feminismo, tan mal leído, es sólo ciudadanía, democracia. Sin poder constatar esa palabra ni siquiera en su realidad de europea, asegura que toda la gente de bien seguirá luchando por conseguirla donde todavía no se ejerza.

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