Algunas de sus obras han tenido apariencia de instalaciones pero contienen su significado más profundo en la experiencia física del espectador. Sin titulo (Habana 2000) es el primer ejemplo. Entrando en esa oscura cárcel antigua, pisando restos de cañas de azúcar en proceso de descomposición, el cuerpo sigue la luz producida por un televisor con varios discursos de Fidel Castro. Sólo al dar media vuelta nota que el espacio está poblado de hombres desnudos que se inclinan, frotan y golpean. La artista utiliza después el mismo modelo simbólico dentro otros contextos tan diferentes como Kassel o Bogotá. En cada caso se vivencian estados que permiten ponerse en contacto con específicas situaciones de alarma.
Otras piezas están derechamente compuestas por el espectador. Volviendo a tomar casos en la Habana, siempre se guardará el recuerdo de cuando se ofrece un minuto libre de censura para hablar desde un podio (El susurro de Tatlin #5 (2008)). Así se abre una nueva oportunidad política sólo posible a través del arte. Un momento más dentro de esta serie ocurre en Inglaterra al año siguiente. Dos policías montados a caballo despliegan técnicas para controlar masas dentro de un público destinado a ver arte, y la gente obedece mientras comenta posibles significados. En este tipo de trabajo cada quien debe reaccionar frente a lo que le está ocurriendo. Esas reacciones construyen la obra.
Es digno de destacar la profundidad con que la artista trabaja diferentes recursos. Uno de ellos ha sido la educación, ejerciendo la docencia dentro y fuera de su país, así como creando un postgrado con renovadores métodos de enseñanza (La Catedra Arte de Conducta, 2002- 2007). Entre los proyectos de más movilización multidisciplinar está Giordano Bruno for Saint (Italia, 2007), obra que retoma a éste fundamental religioso y científico asesinado por la Santa Inquisición a comienzos del siglo diecisiete. Durante un año se involucraron filósofos, estudiantes e investigadores en una campaña de ideas, estudiando a fondo los conflictos del poder religioso y culminando con la presentación del proceso de canonización. Su interés constante por hacer un “Arte útil” es literal en L´Accord de Marseille (2006) al firmar con el artista Jota Castro un acuerdo legalizado donde le cede su cuerpo en caso de muerte, y viceversa, para hacer una obra. Esta postura radical es explicada didácticamente en Autosabotaje (2009). Allí, de forma clara y precisa, enuncia en un texto las responsabilidades que se deben adquirir como artista al hacer arte político. Mientras tanto, la lectura es acompañada por la imagen del arma disparando en su sien. La única bala va a parar al techo cuando la obra termina, confirmando así las peores sospechas de ese público educado. Se comprende la urgencia de poner en práctica en vez de representar, pues la imitación no genera nuevas realidades. Ella invita al artista a hacerse cargo de su trabajo, y autosabotearse.
El mejor arte es consecuente con su historia. La búsqueda artística del pasado siglo, recrear imágenes en objetos para ser exhibidos, ha sido superada. Especialmente en el caso de Latinoamérica el problema de la imitación está arraigado desde la colonia pero si en algo se destaca su sociedad, dentro y fuera del arte, no ha sido en lo que copia sino en lo que ha hecho. El único requerimiento para ello es la responsabilidad del ciudadano. Desde hace mucho éste trabajo funciona internacionalmente sin perder identidad, restarse libertad absoluta ni comercializarse. Su existencia demuestra que no existen lenguajes muertos siempre y cuando nos decidamos a vivirlos.
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