jueves, 23 de diciembre de 2010

"Cosita Linda" y la sabiduría animal

Los adultos nos quejamos mucho del problema que representa el hecho de que las nuevas generaciones vivan una era bombardeada por imágenes. Los niños ya no leen, solemos decir. Le echamos la culpa a la televisión y los videojuegos. Muchos niños eligen libros con dibujos atractivos, pero deben abandonarlos luego en el lugar que ocupaban dentro de la librería. Porque hay que crecer, argumentan algunos padres, y eso implica saber abandonar la imagen para sumergirse de lleno en el mundo de la palabra escrita.

El autor inglés Anthony Browne (1946), una estrella dentro del género de la literatura infantil que apantalló a Chile este año en una muy comentada visita, está exasperado con los adultos que neciamente desprestigian las ilustraciones. En una cultura demasiado obsesionada con la importancia educativa de las letras, se suele olvidar que las imágenes también se leen. Miren a las personas en un museo, dice Browne. La mayoría leerá la ficha técnica de una pintura atentamente, luego pasará una rápida ojeada por el cuadro y continuará su camino. Él vigila a quienes toman uno de sus libros-álbum en las manos. Ha dedicado mucho tiempo y cariño en crear imágenes con múltiples posibilidades pero los adultos, luego de leer los textos y captar superficialmente las pinturas, cambian rápidamente de página. En cambio los niños se detienen frente a sus acuarelas, encontrando secretos que sólo pueden descubrirse en la voluntad de mirar. Los libros-álbum, dice el autor, “contienen una triple experiencia”. Están las palabras, quienes abrirán paisajes mentales. En otro lado se encuentran ilustraciones que ejercitan el ojo para estar atentos a las eternas sorpresas que ofrece nuestro campo visual. Por último, existe el diálogo que surge entre un lenguaje y otro. Esta forma de comunicación es mucho más rica cuando el adulto comparte la lectura con el niño. Comentando lo que allí sucede, viven juntos la realidad en un libro.

Es extraña la incongruencia entre la preocupación por hacer que los niños descubran la literatura, y la realidad del mercado. Los libros infantiles son caros, pero se venden mucho. Por eso cada año hay una abrumadora oferta de ediciones infantiles. Muchos le expresan a Browne su angustia por no saber qué comprar dentro de tantas opciones. Simple, responde él. Todos hemos pasado por la infancia. Basta leer con interés algunos ejemplares atractivos, y sopesar cuál estimula más la imaginación. Así es como hay que pensar a este autor trabajando. Luego de conocer su obra con casi cuarenta títulos, es imposible no ser partícipe de sus obsesiones infantiles. Cuando lo conocen físicamente los niños siempre ven a Willy, un chimpancé a quien el público reconoció como la caracterización del propio autor mucho antes de que él mismo se diera cuenta. Es muy significativo que Willy viva en un mundo de gorilas, pues los verdaderos protagonistas en la producción de Browne han sido estos animales. “Cosita Linda” (2009) es uno de los ejemplos donde, sutilmente, nos acercamos a ellos en una profunda comprensión que ha mantenido ocupado al autor dentro y fuera de su vida profesional.

Una celebridad convertida en ficción

La historia comienza. Aparece un gran gorila en un contexto humano. Echado en el sillón, con un café y una hamburguesa en los descansabrazos, mira la tele. Su cara es igual a la de una persona que se deja absorber sin interés por un programa cualquiera. Las palabras junto a la ilustración nos cuentan que ese gorila era especial. Le habían enseñado a comunicarse con señas y así conseguía lo que quisiera. “Pero estaba triste”, dice el narrador aumentando el tamaño de la última palabra. Dicho y hecho, ahí está el gorila con la cabeza apoyada sobre una mano y sus ojos vidriosos mirando el vacío. Entonces, con el lenguaje aprendido, pide un amigo. Sus cuidadores tardan un poco en encontrar la solución hasta que le dan una gatita llamada Linda. Entre ellos nace una amistad verdadera.

Hasta este punto el libro coincide con otra historia muy conocida en el mundo del estudio animal. Se trata de un episodio específico que vivió la gorila Koko (Estados Unidos, 1971), famosa por aprender a utilizar 1000 palabras del lenguaje americano de señas y comprender aproximadamente 2000 palabras del inglés. Ella estaba muy contenta cuando le dieron un gatito. Lo llamó All Ball. Todos los que han tenido gatos entienden que estos animales requieren un tipo de cariño especial. Instintivamente Koko lo sabía. Es impresionante mirar cómo un animal enorme de movimientos pesados trataba con tanta delicadeza a su amigo felino. Un mal día All Ball murió en un accidente. Koko expresó una comprensión genuina del significado de la muerte, padeciendo esa pérdida como cualquier ser humano. Este último detalle es el que terminó de convertirla en una celebridad.

En “Cosita Linda” hay un giro dramático que se despega de la anécdota anterior. Mirando King Kong en la televisión, una de las tradicionales historias que rodean a estos grandes primates haciéndolos parecer seres violentamente descontrolados, el gorila se enfurece y hace pedazos el aparato de un solo golpe. Los cuidadores irrumpen en escena como sombras amenazantes, y luego de un momento de terror en que deciden llevarse a Linda ésta sale a la defensa. La pequeña gatita, utilizando el lenguaje a señas, se hecha la culpa de lo ocurrido y a todos les causa mucha gracia. Al contrario del trágico final entre Koko y All Ball, esta historia cae en el “… y vivieron felices para siempre” que Browne confiesa evitar en otras circunstancias. Pues nadie quiere niños deprimidos, pero sí conscientes. Por eso las imágenes de dulzura entre dos animales supuestamente disímiles ocupan casi todas las páginas del libro.

Los animales hablan

La selva es un lugar indomable. Muchos exploradores sienten que han entrado en un sueño al internarse en la naturaleza salvaje del África Central para ver a los gorilas por un instante, aunque sea de lejos. Dicen que es necesario hallarse frente a un gorila que se asoma por entre la tupida hierba para comprender porqué se ha llegado a pensar en él como una mezcla de humano y demonio. Su expresión fruncida en una lustrosa piel negra, la mirada insondable que penetra los ojos del otro, y su imponente presencia primitiva son razones suficientes para que haya sido blanco de temor de la ignorancia humana. Tal apariencia intimidante contrasta con un carácter gentil, tímido y reflexivo. Este es uno de los motivos por los que a Browne le producen una fascinación intensa.

Por lo general los relatos de hombres que han convivido con gorilas confirman la noción de que es un animal que nunca ataca salvo para defenderse de un peligro inminente. La excepción a este saber se encuentra en la historia personal del autor. Su encanto por estos animales lo llevó a tener la idea de lanzar un libro en el zoológico, dentro de una jaula llena de gorilas. Fue mordido, y el autor continuó con lo planeado hasta el final. Sólo entonces una ambulancia lo llevó al hospital a toda velocidad. El gorila debió asustarse mucho para reaccionar de esa forma, y sin duda lo demostró. Aún así, el episodio resulta inexplicable para los estudiosos de esta especie.

El protagonista del libro no muestra tener memoria de su pasado salvaje. Vive rodeado por objetos que sirven al hombre y parece gozar de un trato especial dentro del zoológico. Pero el que no sea feliz, deja a los niños con muchas interrogantes. Nadie sabe a ciencia cierta porqué se cometen masacres contra los gorilas, pero esta realidad junto con la sobrepoblación descontrolada está acabando con ellos. Los indígenas en las tribus de la zona lo llamaban “hombre de la selva”, asegurando que no hablaba para no tener que trabajar. Es sugerente esta idea en contraste a la del libro, donde una gata a quien no se le ha enseñado el lenguaje de señas lo utiliza de pronto para ayudar a su amigo. Esta historia nos quiere recordar que los animales se comunican a niveles muy elevados aunque no compartan nuestros códigos lingüísticos. Un motivo por el cual siempre se han utilizado personajes animales en la literatura infantil es porque los niños también afrentan su existencia a través del instinto, y entre sus principios más básicos está la capacidad de observar. Hay en “Cosita Linda” una confianza absoluta en esa intuición espontánea. Las imágenes y los animales aparecen aquí dentro de un mismo entendimiento, que se abre cuando alguien retoma el espacio de su infancia y sigue avanzando incontenible por las vías de la reflexión luego de que el libro se cierra.




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