jueves, 12 de abril de 2012

Akram Zaatari: Hombres masculinos y femeninos

(Publicado en Artishock)

En relación al mundo árabe sólo de una cosa puedo estar cien por ciento segura: que no sabemos nada, y utilizo el plural en plena consciencia de la responsabilidad que ello implica. Es cierto. Salvo muy escasas excepciones que se dedican seriamente a estudiar el tema, nuestro conocimiento corresponde a prejuicios o, en el mejor de los casos, a ideas preconcebidas. Como occidentales podemos comer dulces árabes, bailar danza del vientre, estar en contra de la guerra e incluso tener una opinión política de lo que ocurre en esos países, pero estamos lejos de comprender realmente. Dentro de este panorama es muy bienvenida la muestra El molesto asunto, donde se reúnen más de diez años de trabajo del artista Akram Zaatari (Sidón, Líbano, 1966) y que ha estado recientemente abierta al público tanto en México (MUAC) como en España (MUSAC).

Algunos datos duros sobre la vida laboral de Zaatari pueden iluminar mejor las piezas que se irán mencionando en este artículo. Fue a mediados de los noventa cuando comienza a centrar sus producciones en prácticas del arte contemporáneo, pero su relación con la fotografía, el video y el cine viene de atrás. Luego de cursar arquitectura se trasladó a Nueva York para realizar estudios sobre medios audiovisuales, razón que seguramente lo llevó a ser productor en una cadena televisiva de Beirut. De inmediato se destacó por su capacidad de innovación al fundir géneros, dando vida a nuevas posibilidades audiovisuales. Hay que decir que Zaatari es por sobre todas las cosas un investigador activo como miembro y co-fundador de la Arabe Image Foundation, una organización sin fines de lucro dedicada a la recolección, conservación, estudio y divulgación de la fotografía en el mundo árabe.

Entro al MUAC y es inmediato el contenido prominentemente masculino del trabajo. Lo interesante es que desde un comienzo el concepto de masculinidad parece que se estira hasta alcanzar proporciones insospechadas. La relación entre cuerpos de hombre tiene tantas variantes, que la virilidad misma se transforma en algo móvil y difuso. Así se ve en la serie fotográfica “Body Builders” (2011), donde hay hombres en blanco y negro levantando pesas y modelando su cuerpo al espectador dentro de una estética que ya se ve corroída. No sólo es el peinado y vestimenta anacrónica de los protagonistas, la imagen misma está desapareciendo por el tiempo. Estas son imágenes antiguas que el artista encontró y ha situado en el contexto de un espacio artístico, haciendo que presente y pasado dialoguen directamente. Los hombres lucen una categoría de belleza ya decantada por la historia.

El contenido directo en estos levantadores de pesas cruza los filtros del tiempo con una velocidad inmediata, y contrasta con un sutil misterio en videos como “Nature Morte” (2008) o “Tomorrow Everything Will Be Alright” (2010). El primero captura a un joven y un hombre de mediana edad. Ambos trabajan con sus manos en algo que no queda del todo claro, uno cosiendo y enmendando algo, el otro construyendo una herramienta que por momentos pareciera ser una bomba. Como fondo acústico, una voz masculina cantando a lo lejos. Ambos en silencio terminan sus tareas, el mayor saca un arma y la carga, salen del lugar y separan sus caminos mientras el joven mira cómo el otro se aleja monte arriba en un destino desconocido. Este video se hizo en Hubbariyeh, pueblo en el sur de Líbano cerca de una zona controlada por tropas israelíes donde se establecieron los fedayines palestinos.

“Tomorrow Everything Will Be Alright” es una vieja historia de amor y el homenaje más directo del artista al cine, particularmente a Eric Rohmer con Le rayon vert (1986) y al clásico director egipcio Henry Barakat con Remember Me (1978). Aquí la protagonista es una máquina de escribir, gracias a la cual leemos la conversación de dos hombres a manera de chat. Así se conoce una relación dolorosa que ha terminado hace mucho tiempo dejando inconcluso el amor, por lo menos en uno de ellos, y la esperanza de un reencuentro que se produce cuando la imagen cambia. Entonces ya no se ve una máquina de escribir sino la perspectiva del conductor que avanza en su auto por las calles mientras en el horizonte, amanece.

Las dos piezas que acabo de citar, ambas de carácter íntimo, pudieron causar gran controversia de haber sido exhibidas en un contexto público. Esto mismo le sucedió al video “The Scandal” cuando en 1999 se instaló por primera vez en La Corniche, el paseo marítimo de Beirut. En la pieza pueden verse escenas muy variadas de gente frente a la televisión. Todas las personas se ven paralizadas, y sus cuerpos en reposo contrastan brutalmente con la actividad que ven en pantalla sin ser en verdad parte de ella. La obra fue retirada a petición de las autoridades locales gracias a una de las escenas televisivas, que era pornográfica y por lo tanto -se dijo- no podía ser tolerada en el marco de la legalidad. El montaje de esta pieza en el museo es una video- instalación de pequeño formato, a la que el espectador debe asomarse como por una ventana diminuta.

La segunda y tercera sala en el recorrido podrían titularse así: homenaje a quien lo merece. Hashem el Madani (1928-), fotógrafo libanés a quien Zaatari le entrega un reconocimiento completo, retrató desde su Estudio Sherezade a gran parte de la sociedad libanesa durante decenas de años. En cuanto tuvo independencia económica se trasladó de casa de sus padres al primer piso de un edificio llamado Sherezade. El lugar era estratégico. Cuando alguien entraba parecía como si se dirigiera a cualquier piso del recinto, lo cual resulta muy conveniente considerando que no es bien vista en esa sociedad una mujer tomándose fotos y menos por su cuenta.

Desde 1999 que Zaatari revisa los archivos de Madani seleccionando, catalogando y sacando a la luz muchísimas historias. Una de mis favoritas dice lo siguiente. Akram le pregunta a Hashem si alguna vez se metió en problemas por su trabajo, y este le cuenta que en alguna época tuvo un cliente frecuente, mujer, quien llevaba más de un año visitando el estudio para ser fotografiada. Un día llega de improvisto su esposo, armando un escándalo y preguntándole al dueño del estudio porqué le saca fotografías a la mujer sin su autorización. Madani le responde que ella visita el lugar hace tiempo por propia iniciativa, y que además su esposa es un adulto (por si no lo sabía). El hombre no se calma, a gritos le exige que de inmediato le entregue los negativos de esas imágenes y el fotógrafo se niega porque, de ser así, perdería también otros trabajos allí reunidos. Entonces se llega al acuerdo de rallar los retratos por encima para que de ahí en adelante queden inservibles, y así se hizo. Zaatari queda prendado de esta historia, pasa el tiempo y un día revisando el material de Madani encuentra dichas fotografías. Entonces lo que era basura o una anécdota más bien desagradable en el camino se transforma en tesoro, y Akram lo único que hace es separar esas fotos para transformarlas en arte.

Las piezas que conforman la segunda parte de la muestra son hermanas de “Body Builders” por su cualidad de hallazgos, exhibidos como fotografías o video según el caso. Mencionaré aquí algunas especialmente interesantes.

“Untitled” (2010), donde el maestro Hashem el Madani aparece caminando en dirección al mar. Finalmente se detiene en un malecón, las olas revientan a su espalda, el agua es turbulenta y hay un viento tan fuerte que debe sujetarse el abrigo. Así, mira hacia la cámara en silencio durante un rato hasta que desaparece. Esta pieza hace pensar inevitablemente en el propio trabajo de Hashem, quien ha fotografiado a innumerables personas en Sidón. Su retrato puede leerse como cita a la propia trayectoria de Madani, rescatada por Zaatari gracias a que es una fuente de documentación invaluable.

“Hands at Rest” (2006) es un video que muestra una específica selección de fotografías realizada por Zaatari entre los archivos del Estudio Sherezade. Es dedicada a Madani y parte de la siguiente premisa: apoyar las manos en una superficie, o en los hombros de alguien, ayuda a colocar bien la espalda. La secuencia va mostrando detalles centrados en manos, para luego llegar a la imagen completa. Quien pensábamos era un adulto resulta ser niño, o los delicados dedos de mujer pertenecen en verdad a un hombre que explota toda su feminidad posando con su pareja bajo un velo de novia. Aquí comienza a verse cómo los espacios del estudio se abren para que la gente exprese sus deseos, su naturaleza más íntima o tan solo para la contemplación de su propia belleza. Y la libertad que no tienen afuera, en una sociedad donde no se admiten ciertos comportamientos o expresiones sexuales, se abre así en la intimidad de la cámara. Esta pieza es conmovedora porque conocemos lo que estos sujetos realmente son, o quisieran ser, entremezclado con las típicas poses acartonadas de fotografías que se destinan a circular socialmente.

Lo mismo sucede con “Two Boys Posing With Gevaert Film Advertisement” (2007), sólo que en este caso el azar dio una secuencia muy afortunada. La serie es simple, dos jóvenes besan, manosean y posan junto al anuncio de una mujer rubia. Ella mientras tanto mira a la cámara con una sonrisa congelada de cartón, impávida e ignorante sobre lo que allí ocurre. Mientras tanto los jóvenes parecen estar teniendo uno de los momentos más divertidos en sus vidas. Afuera del estudio, la moral pública y la diferencia de edad hacen imposible esa escena en la vida real. Por otro lado, “60 Men Crossing Ain El Helweh Bridge” (2007) es una instalación de 36 fotos, también de Hashem el Madani, donde se ve un puente en los años cincuenta que era utilizado como escenario de expresión en sus más amplios sentidos. La cámara se acomoda al final del paso, y los hombres que caminan por ahí aprovechan para darse la mano, lucir su ropa o hacer poses femeninas.

“Another Resolution” (1998) es el resultado que sucede luego de combinar la recolección que hemos visto hasta ahora, junto con una lectura nueva sobre el tema seleccionado. Son cuatro fotografías pequeñas en blanco y negro con niños y niñas en típicas posturas infantiles asignadas por los adultos, que parecen muy tiernas hasta que se contrastan con la adultez. Al lado de cada una, la imagen a color en gran formato de adultos haciendo los mismos gestos exhibe el absurdo de los convencionalismos impuestas incluso a niños.

“Dance To the End Of Love” (2010) es la pieza que museográficamente queda más céntrica, como una especie de eje justo a la mitad del recorrido. He dejado hasta el final su presentación porque resulta una de las investigaciones más sugerentes partiendo de imágenes nuevas. Zaatari se dedicó a navegar en los videos del mundo árabe que se suben a youtube, y de este material fue seleccionando aquellos que en alguna medida aludieran al concepto de masculinidad. Tenemos entonces hombres cantando, besándose, ejercitándose, mostrando su musculatura, haciendo cabriolas con camionetas inmensas, todas estas acciones que irradian testosterona de formas muy variadas. Algunas son absolutamente prohibidas en las sociedades árabes, y un hombre podría ir a la cárcel si se le descubre haciéndolas. Otras son derechamente aceptadas como muestras de virilidad. En las cuatro proyecciones de gran formato se despliega el ejercicio de ser hombre, de admirarse y ejercitarse como hombre, por lo cual constatamos al instante dicho ejercicio como un abanico muy amplio de posibilidades.

No es coincidencia que Akram Zaatari presentara justo en estos momentos una muestra como El molesto asunto, que a los chilenos nos apunta en muchos niveles desde el otro lado del mundo. Sus obras logran tocar temas muy sensibles, exponiendo pensamientos retrógradas que sobreviven aun en aquellas sociedades que se hacen llamar libres, y jamás cae en el panfleto político. Esto es lo que permite decir sin temor a equivocarse, ni a exagerar, que el trabajo de Zaatari es arte del más alto nivel.

Compartiré el recuerdo que me inundó mientras miraba estas piezas en el MUAC. Se trata de un libro que hace dos años publicó Joumana Haddad, la gran escritora y periodista libanesa. El nombre de este texto es Yo maté a Sherezade / Confesiones de una mujer árabe furiosa, y allí dice la autora: “Aunque soy lo que se dice una mujer árabe, yo, y muchas mujeres igual que yo, no llevamos velo, no estamos domeñadas, no somos analfabetas, no estamos oprimidas y no somos sumisas.” Esta escritura se genera a partir de dicha furia: la de las ideas preconcebidas y todos los juicios a priori de ese personaje a quien ella llama “Querido Occidental”. El ensayo tiene un propósito muy claro en su comienzo, barrer con las muestras de mala educación y la mente acomodaticia. Pero conforme avanza el libro ella misma debe reconocer que su país sí está muy lejos de contener una sociedad saludable. Un igual reconocimiento nos haría más grandes.

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